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Antonio Vega. 3000 noches con Marga del Río

Antonio Vega. 3000 noches con Marga del Río
Recomendamos lo nuevo de Antonio Vega
"3000 noches con Marga"
Por MANUEL DE LA FUENTE

Antonio Vega vuelve a abrirnos sus puertas. Y lo hace,
como siempre, a su manera. No de par en par, sino
permitiendo que nos colemos, a través de una rendija,
en su jardín extranjero, en su querida tierra de Orión,
en su desordenada habitación, la misma donde
transcurrieron las «Tres mil noches con Marga» a las
que dedica su nuevo disco. Marga, «Margarita del Río
Reyes, la mujer que me lo dio todo por nada y a la que
he consagrado mi vida entera. Lo que me quede de ella.»

Una vez más, Antonio ha hecho su peculiar travesía del
desierto, como un peregrino despojado de todo lujo, de
toda alforja superflua. No es fácil adentrarse en el
agreste paisaje que ofrece Antonio Vega en estas «3.000
noches», en esta hermosa y arriesgada vigilia musical.
Conviene caminar por este bosque como Pulgarcito, y dejar
unas migas a nuestro paso para poder regresar a este mundo,
porque en muchos momentos, momentos estelares, la música de
Antonio (como algunas de sus últimas actuaciones) está
rodeada por un halo de irrealidad, de extraños misticismos
y cábalas que sólo él puede a buen seguro descifrar. Si es
que a estas alturas le interesa.

Sus letras siguen siendo muy personales y todavía más
intransferibles: «Pasa el otoño en Madrid, vuelven recuerdos
de invierno pasados junto a ti ... atados manos y pies al
corazón que fui fiel ojalá me condenaran a la niñez» y el
cóctel musical es generoso, casi apabullante. Hay guitarras
que parecen sonar como las de los últimos Wilco, un órgano
farfisa que rezuma olor a sur, incluso a medina y a azahara,
en «Pueblos blancos», y más guitarras que dibujan arabescos,
quizá porque Antonio recuerda que sé de un lugar, aquella perla
trianera. Hay un típico arranque a lo Nacha, guitarras de hace
años de chicas y días y noches de ayer, en «Ángel de Orión».

Vega recorre una y otra vez (ocho minutos) sus «Caminos infinitos»,
con el solo de guitarra más desconsolado de toda la carrera musical
de Antonio, espasmos electrónicos, dolor intenso, intensísimo, en una
reivindicación de su guitarra en astillero como su lanza de magia y
precisión contra los gigantes del sufrimiento. Luego el paseo por un
pequeño cabaret donde ejerce ejerce de crooner buscando a ritmo de
swing «Sombras en la pared», o la ironía de base funky en «Un día y
otro» («hoy me han dicho dos o tres lo que tengo que hacer... qué mal
te veo estás mucho peor que ayer...»), la belleza descarnada de «Te
espero» («te espero porque en el tintero se quedó la promesa de un
mundo mejor, te espero...»), y el instrumental «3.000 noches con Marga»,
donde sobre las teclas Antonio Vega balbucea como un niño que juguetea
sobre un xilófono, como una cajita de música en la que la bailarina,
Marga, ya no está.

A estas alturas, la música de Antonio Vega tiene la belleza del páramo,
de la estepa, de un árbol de invierno. Son las canciones de un huérfano,
las canciones del que ni va ni viene, sólo espera, que alguien le llame
desde las estrellas. Las canciones de un ángel caído llamando a las
puertas del cielo, llamando a las puertas de Orión.

1 comentario

yolanda -

A mi
Antonio me parece una persona fascinante. Con problemas de drogas y sin ellos. siempre lo ha sido, desde que era un chaval de 20 haciéndo un poco el locuelo en el escenario hasta hoy día, lleno de tristeza y meláncolia. siempre ha sido enormemente interesante, además de guapo de verdad. ¿sus canciones? no todas me gustan, algunas mucho, pero su voz es preciosa. siempre te acaricia y tiene una gran calidad. bravo antonio vega y que viva mil años. bueno no tantos, por que estoy segura que él no lo desea. te quiero