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Antonio Vega

Antonio Vega. Agencia EFE.

Antonio Vega. Agencia EFE. Antonio Vega, taciturno y cabizbajo, se llevó esta noche de
calle al público congregado en el Centro Cultural Conde Duque
de Madrid con un concierto en el que ofreció un resumen de los éxitos de su discografía y temas de su último disco '3.000 noches con Marga'.

Aunque los cuatro temas que inauguraron el repertorio 'Anatomía de una ola', 'Pasa el Otoño', 'Me quedo contigo' y 'Angel de Orión', no calaron especialmente entre los asistentes, bastaron los primeros acordes de la canción 'El sitio de mi recreo', para que los silbidos, aplausos y gritos se alzaran ante la pasividad del músico.

Y es que una de las cosas que más llamó la atención durante la actuación fue el silencio de Antonio Vega, quien prácticamente no dirigió media palabra a la audiencia.

A los 48, la embriagadora y dulce voz de Antonio Vega tuvo más presencia que su desmejorado aspecto, cabizbajo y taciturno, necesitando ayuda constantemente en los intercambios de guitarra.

Continuó con los temas 'Se dejaba llevar por ti', 'Caminos infinitos' -extraída del álbum '3.000 noches con Marga'-, y 'La última montaña', momento en el que se unieron al escenario un cuarteto de viento formado por dos saxos, un trompetista y un trombón, que le dieron un punto diferente a las hasta entonces omnipresentes guitarras.

Durante toda la actuación tres guitarras -una de ellas en manos de Antonio Vega-, y un bajo, jugaron y se dejaron llevar por la improvisación que propiciaba la noche cerrada. El cantante demostró que la guitarra es un lenguaje que domina tan bien como el de la composición o la voz.

Aunque el disco '3.000 noches con Marga', dedicado a su compañera recientemente fallecida y el séptimo de su carrera en solitario, tuvo especial presencia, canciones como 'San Antonio', 'Mis dos amigos', único tema con el que abandonó la guitarra, 'Háblame a los ojos', 'Estaciones' y 'Elixir de juventud', fueron las más aplaudidas.

El concierto, incluido dentro de la programación cultural de los Veranos de la Villa, pareció llegar a su término con el tema 'Océano de sol', extraído del álbum homónimo publicado en 1994, pero el cantante regresó a los pocos minutos, para cantar 'La chica de ayer', uno de los himnos del pop español, precedida por la única frase que dirigió al público: 'Esta es para que la cantéis todos', y así resultó ser.

Finalizó el primer y único bis con 'Lleno de papel', también extraído de 'Océano de sol', lo que dejó al público sin una de las canciones más solicitadas de la noche, 'Lucha de gigantes', que a pesar de las numerosas peticiones de los congregados, brilló por su ausencia.

Una vez más se comprobó la fama de solitario y callado de Antonio Vega, pero también se constató el cariño del público madrileño hacia este icono de la Movida, que dejó muy claro que todavía le queda mucho por aportar a la historia de la música española.

Iñaki Gabilondo con Antonio Vega.

Iñaki Gabilondo con Antonio Vega. Este próximo lunes 11 de Abril Iñaki Gabilondo
entrevistará a Antonio Vega en la cadena SER
con motivo de la publicación de su nuevo disco.
Iñaki entrevistó a Antonio por última vez en
el pasado año 2004.
Si te interesa el horario aproximado de la
entrevista será sobre las 11.30 horas.

Antonio Vega. 3000 noches con Marga del Río

Antonio Vega. 3000 noches con Marga del Río
Recomendamos lo nuevo de Antonio Vega
"3000 noches con Marga"
Por MANUEL DE LA FUENTE

Antonio Vega vuelve a abrirnos sus puertas. Y lo hace,
como siempre, a su manera. No de par en par, sino
permitiendo que nos colemos, a través de una rendija,
en su jardín extranjero, en su querida tierra de Orión,
en su desordenada habitación, la misma donde
transcurrieron las «Tres mil noches con Marga» a las
que dedica su nuevo disco. Marga, «Margarita del Río
Reyes, la mujer que me lo dio todo por nada y a la que
he consagrado mi vida entera. Lo que me quede de ella.»

Una vez más, Antonio ha hecho su peculiar travesía del
desierto, como un peregrino despojado de todo lujo, de
toda alforja superflua. No es fácil adentrarse en el
agreste paisaje que ofrece Antonio Vega en estas «3.000
noches», en esta hermosa y arriesgada vigilia musical.
Conviene caminar por este bosque como Pulgarcito, y dejar
unas migas a nuestro paso para poder regresar a este mundo,
porque en muchos momentos, momentos estelares, la música de
Antonio (como algunas de sus últimas actuaciones) está
rodeada por un halo de irrealidad, de extraños misticismos
y cábalas que sólo él puede a buen seguro descifrar. Si es
que a estas alturas le interesa.

Sus letras siguen siendo muy personales y todavía más
intransferibles: «Pasa el otoño en Madrid, vuelven recuerdos
de invierno pasados junto a ti ... atados manos y pies al
corazón que fui fiel ojalá me condenaran a la niñez» y el
cóctel musical es generoso, casi apabullante. Hay guitarras
que parecen sonar como las de los últimos Wilco, un órgano
farfisa que rezuma olor a sur, incluso a medina y a azahara,
en «Pueblos blancos», y más guitarras que dibujan arabescos,
quizá porque Antonio recuerda que sé de un lugar, aquella perla
trianera. Hay un típico arranque a lo Nacha, guitarras de hace
años de chicas y días y noches de ayer, en «Ángel de Orión».

Vega recorre una y otra vez (ocho minutos) sus «Caminos infinitos»,
con el solo de guitarra más desconsolado de toda la carrera musical
de Antonio, espasmos electrónicos, dolor intenso, intensísimo, en una
reivindicación de su guitarra en astillero como su lanza de magia y
precisión contra los gigantes del sufrimiento. Luego el paseo por un
pequeño cabaret donde ejerce ejerce de crooner buscando a ritmo de
swing «Sombras en la pared», o la ironía de base funky en «Un día y
otro» («hoy me han dicho dos o tres lo que tengo que hacer... qué mal
te veo estás mucho peor que ayer...»), la belleza descarnada de «Te
espero» («te espero porque en el tintero se quedó la promesa de un
mundo mejor, te espero...»), y el instrumental «3.000 noches con Marga»,
donde sobre las teclas Antonio Vega balbucea como un niño que juguetea
sobre un xilófono, como una cajita de música en la que la bailarina,
Marga, ya no está.

A estas alturas, la música de Antonio Vega tiene la belleza del páramo,
de la estepa, de un árbol de invierno. Son las canciones de un huérfano,
las canciones del que ni va ni viene, sólo espera, que alguien le llame
desde las estrellas. Las canciones de un ángel caído llamando a las
puertas del cielo, llamando a las puertas de Orión.